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KANT . fundamentación (2)

Para desenvolver el concepto de una voluntad digna de ser estimada por si mismo, de una voluntad buena sin ningún propósito ulterior, tal como ya se encuentra en el sano entendimiento natural sin que necesite ser enseñado, sino, más bien explicado, para desenvolver ese concepto que se halla siempre en la cúspide de toda la estimación que hacemos de nuestras acciones y que es la condición de todo lo demás, vamos a considerar el concepto del deber, que contiene el de una voluntad buena, si bien bajo ciertas restricciones y obstáculos subjetivos. (...)
Prescindo aquí de todas aquellas acciones conocidas ya como contrarias al deber, aunque en este o aquel sentido puedan ser útiles; en efecto, con ellas ni siquiera se plantea la cuestión de si pueden suceder por deber, puesto que ocurren en contra de éste. También dejaré a un lado las acciones que, siendo realmente conformes al deber, no son de aquellos hacia las cuales el hombre siente inclinación inmediatamente; pero, sin embargo, las lleva a cabo porque otra inclinación le empuja a ello. En efecto; en estos casos puede distinguirse muy fácilmente la acción conforme al deber ha sucedido por deber o por una intención egoísta. Mucho más difícil de notar es esa diferencia cuando la acción es conforme al deber y el sujeto, además, tiene una inclinación inmediata hacia ella. Por ejemplo: es desde luego, conforme al deber que el mercader no cobre más caro a un comprador inexperto; y en los sitios donde hoy mucho comercio, el comerciante avezado y prudente no lo hace, en efecto, sino que mantiene un precio fijo para todos en general, de suerte que un niño puede comprar en su casa tan bien como otro cualquiera. Así, pues, uno es servido honradamente.
Mas esto no es ni mucho menos suficiente para creer que el mercader haya obrado por deber, por principios de honradez: su provecho lo exigía; mas no es posible admitir además que el comerciante tenga una inclinación inmediata hacia los compradores, de suerte que por amor a ellos, por decirlo así, no haga diferencias a ninguno en el precio. Así, pues, la acción no ha sucedido ni por deber ni por inclinación inmediata sino simplemente por uno intención egoísta.
En cambio. conservar cada cual su vida es un deber, ademas todos tenemos una inmediata inclinación o hacerlo así. Mas, por eso mismo, el cuidado angustioso que la mayor parte de los hombres pone en ello no tiene un valor interior, y la máxima que rige ese cuidado carece de un contenido moral.
Conservan su vida conformemente al deber, si; pero no por deber. En cambio, cuando las adversidades y una pena sin consuelo han arrebatado a un hombre todo el gusto por la vida, si este infeliz, con ánimo entero y sintiendo más indignación que apocamiento o desaliento, y aun deseando la muerte conserva su vida, sin amarla, sólo por deber y no por inclinación o miedo, entonces su máxima si tiene un contenido moral (...)
Una acción realizada por deber tiene, empero, que excluir por completo el influjo de la inclinación, y con ésto todo objeto de la voluntad; no queda pues, otra cosa que pueda determinar a voluntad, si no es, objetivamente, la ley y, subjetivamente, el respeto puro a esa ley.

1 comentario

Camila -

muy interesante el texto de KANT